Hace algunos meses publiqué 5 cosas que no debemos decir, si queremos ser mejores personas. Decirle a alguien “-Estás loco”, por ejemplo, es claramente grosero y sin sentido, además de que no es cierto. Que alguien piense distinto a ti, no quiere decir que esté loco(a).
Don Miguel Ruiz, en su bestseller “Los Cuatro Acuerdos”, nos explica que nuestra vida está gobernada por los miles de acuerdos que hemos tomado consciente o inconscientemente, que cargamos de nuestros antecesores o que adoptamos nosotros mismos; y que, por tanto, si nuestra realidad no nos gusta por completo, para cambiarla, hay que tomar, básicamente, cuatro acuerdos. Hoy quiero enfocarme en el primero de ellos.
El primer acuerdo es “Sé impecable con tus palabras.” Es el más importante y el más difícil.
Básicamente, don Miguel nos recuerda con ello el tremendo poder que tienen las palabras; pues, dice, tienen el poder de crear. ¿Y qué significa ser impecable? Impecable quiere decir “sin pecado”. Y pecado, nos explica, es todo aquello que va en contra de tí. Por tanto, toda palabra, acción, omisión o creencia que va contra ti, es un pecado. Ser impecable con tus palabras, entonces, implica no decir nada que vaya en contra de ti mismo o de los demás.
Hago referencia al primer acuerdo porque día a día me falla en la práctica, así como también observo a mucha gente que le pasa lo mismo. Te puede parecer simple, pero si empiezas a intentarlo te darás cuenta que ser impecable con las palabras todo el día, todos los días, no es cosa sencilla.
Cuando dices “soy malísimo para los números”, “no puedo bajar de peso”, “ay que mensa estoy”, etcétera -estás pecando con tus palabras contra ti mismo. Estás tu mismo saboteándote. Y la verdad es que lo haces más seguido de lo que crees o siquiera te das cuenta.
Hablar en contra de uno mismo, es a mi juicio lo más grave del mal uso de las palabras. Pero no debemos dejar de considerar el daño que también hacemos a los demás cuando mal hablamos.
Un tremendo error por ejemplo, es querer ofrecer consejos u opinar cuando no es requerido. Querer hablarle a alguien, por mencionar algunos supuestos, de su falta o exceso de peso, de su pareja, de su trabajo, de su aspecto físico, de su familia, de cómo educar a los hijos, de sus creencias… sin que te lo pidan, es peligroso. No quiero decir desde luego que no platiquemos, sólo pretendo reflexionar en el sentido de que CADA COSA QUE DICES puede construir o destruir, de una manera incalculable… todo por el poder de tus palabras.
Las palabras no se las lleva el viento. Las palabras trascienden. Las palabras edifican. Las palabras crean vida, o la aniquilan. ¿Cuántas veces no te ha sorprendido, de manera positiva o negativa, como habla una persona? Para ejemplos claro, hay muchos. Hitler, Gandhi, Martin Luther King.
La forma en que te expresas dice mucho de ti. Y no me refiero únicamente al lenguaje, me refiero al sentido y al fin de lo que dices.
Alguien dijo que: “Si has de hablar, asegúrate de que lo que vas a decir sea más bello que el silencio.”. Cuánta sabiduría.
Así que hoy, los animo a pensar dos veces antes de hablar, y ahora si que a calcular fríamente sus palabras; sabemos que con ellas podemos construir o destruir -escoge siempre construir.
Siempre pa´delante.!