“La vida es una obra de teatro que no permite ensayos… Por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida… antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.” ―Charles Chaplin
Hace poco más de tres meses se me adelantó al cielo un amigo que quiero mucho y que marcó mi vida de una manera extraordinaria.
Antes que como amigo, conocí a Marcelo primero como mi nutriólogo, gracias a que la vida permitió que mi esposo y él trabajaran juntos un tiempo. Más ó menos tres años él me atendió y me enseñó, en el ejercicio de su profesión, hábitos alimenticios y tips de nutrición. En lo que hacía, fue el mejor. Fue excelente. Tenía verdadera vocación y ayudó a muchísimas personas con sus consejos, creo que tenía un don muy especial y cuidó la salud de mucha gente. Paradójicamente, los médicos no lo pudieron ayudar a él; supongo que simplemente a los treinta y tantos logró cumplir su misión en la tierra.
Como ser humano, Marcelo fue un hombre noble, gentil, caballeroso, honrado, sencillo… muy transparente, honesto. Podía verse en él un equilibrio que pocas personas logran en una vida entera: era súper trabajador y productivo, tenía muchos planes, estaba ampliando sus servicios en el consultorio, y sin embargo no era el tipo de persona que se preocupa mucho por lo material. Fue ambicioso, no codicioso.
Curiosamente, los pocos años que lo conocí y tuve oportunidad de convivir con él, fueron de los más significativos de mis 26 años porque coincidieron con los eventos más importantes de mi vida. Él me ayudó a prepararme físicamente para mi boda. Luego, cuando le dije que estaba embarazada fue el primero en decirme, y no se equivocó, que mi bebé sería niño, y me ayudó a cuidarme durante todo el embarazo para que todo saliera bien. Desde que nació mi hijo estuvo al pendiente de alguna manera, y cuando me dijo que ya era prudente, regresé a su consultorio para que me guiara a volver a mi peso ideal; me dio un plan alimenticio (con él nunca sentía que hacía dieta) como siempre, para tres semanas… y después se fue… todavía se lo reclamo cuando pienso en él, pero sé con certeza que ahora está en el Cielo y que si es así, es porque terminó su trabajo aquí, aun si muchos nos quedamos sintiendo que nos faltó aprender de él.
La vida de Marcelo me deja una gran lección. Antes me preocupaba pensando qué haría con mi vida, de qué manera ayudaría a más personas, cómo podría trascender. Desde que tengo memoria me pregunto cómo es que gente como la Madre Teresa y Gandhi, por mencionar algunos, a pesar de ser personas comunes como tú y como yo, pudieron ser tan grandes e impactar tanto a este mundo.
Hoy, gracias al ejemplo de vida de Marcelo, sé que debo trabajar por llegar a la mayor cantidad de gente posible, pero también sé que no necesito ser conocida en el mundo entero para dejar huella. Marcelo, desde sus siempre cómodos y sencillos consultorios (tuvo muchos y su gente lo seguíamos a donde fuera), simplemente por ejercer su profesión con excelencia, al 100, logró llegar al corazón de todos los que en algún momento nos cruzamos en su camino.
Seguido me acuerdo de él y lo sigo buscando en Facebook para verlo otra vez, y cada que abro su perfil tiene nuevos comentarios de gente que le escribe que lo extraña, que le hace falta, que él era el mejor; así sé que al igual que yo, mucha gente apreció su vida.
La partida y la ausencia de un ser querido, son un constante recordatorio de que sólo tengo que ocuparme de prepararme para ser la mejor en lo que hago y de dejar el corazón en cada persona que tenga oportunidad de servir. Esa, sin duda, es la única manera de trascender y cumplir la misión que todos tenemos en nuestra etapa humana de vida, para entonces continuar a la fase espiritual, a la del alma, a la más importante.
Nunca sabremos cómo o cuándo moriremos, pero de una cosa estoy segura -el día que yo deje de existir físicamente, no importará si soy abogada, si tengo o no maestría y doctorado, si tú eres maestro, carpintero o dentista; importará solamente si usaste los dones que Dios te regaló: a cuántos ayudaste, cuántas almas tocaste, además de tu familia, quiénes notarán tu ausencia, ¿cuántos te van a extrañar?