Opinión Del Experto Nacional

#Opinión || Rey Midas y Jacobo

Publicado el 29 de noviembre de 2021


Rey Midas y Jacobo
Por Ricardo Alexander M.

 

Tenemos que aceptar que en eso sí es bueno. Es un encantador de serpientes. Logra convencer a millones de mexicanos, no obstante sus malos resultados. Como dice, es un ave que no mancha su plumaje al pasar por el pantano. Las críticas se le resbalan como si fueran gotas de lluvia y goce de la fe ciega de sus deslumbrados seguidores.

Incluso se puede decir que nuestro mandatario es un tipo de político que ha aprendido a adaptarse y camuflarse en su misma piel. Si bien está probada su corrupción y la de su círculo cercano, logra hacernos pensar que representa la honestidad. También convence a los incautos en que su incapacidad y mal gobierno es consecuencia de las circunstancias. Incluso ha podido vender la idea de que representa un cambio, mientras lleva a cabo un conglomerado de prácticas anticuadas al mero estilo del viejo PRI.

Pero no sería tan grave si sólo fuera eso. Es un político como el Rey Midas, pero en lugar de transformar en oro lo que toca, goza de la habilidad de dañar lo que pasa por sus manos. El abasto de medicamentos, la seguridad, la economía. La transparencia, la naturaleza, la administración pública y el ejército. La lista es interminable.

No nos engañemos, absolutamente nada de lo que ha manipulado ha mejorado, sino todo lo contrario. Ahí están las cifras.

Ahora, mientras más radicaliza sus posturas al verse acorralado y alcanzado por la terca realidad, ese extraño poder de destrucción se mezcla con una visión como la de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, quien sostenía que, por razones bíblicas, los reyes son superiores a los demás hombres. Que había llegado a ese cargo porque así lo había querido el ser supremo, y por eso podía hacer lo que le viniera en gana. Aquel personaje gobernaba con base en una administración centralizada y una política absolutista, según la cual un rey debía imponer nuevas leyes por prerrogativa real. “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. Excepto el elegido, pues no le aplican las reglas que a los demás mortales.

Igual que aquel monarca, nos enfrentamos con un hombre caprichoso que está convencido de su infalibilidad y superioridad moral, sin que existan motivos para habérselo ganado. Él dice encarnar al pueblo, al que concibe como un menor de edad que no puede tomar decisiones por sí mismo. Ya lo dijo: “Los pobres son como mascotas” a las que se debe alimentar.

Así, Jacobo I agotó el tesoro real por llevar a cabo gastos superfluos e innecesarios. No escuchaba a nadie. Desconfiaba de todos y de todo. Y pensaba que los demás estaban para servirle. Igual que nuestro líder supremo, que usa y desecha a sus seguidores a discreción.

Por eso, la única razón de señalar esas cualidades del Rey Midas y Jacobo no es para impulsar que reflexione o cambie su comportamiento, que deje de destruir al país que se le entregó para administrar, pero no para demolerlo a su capricho, pues eso no sucederá, sino para generar conciencia a la hora de empoderarlo con el voto.

La culpa es de nosotros los mexicanos. De los ciudadanos que le dieron ese poder al que tan mal uso le ha dado.
Es de los ciegos que siguen armando a su propio verdugo.

Pero somos también nosotros los que tenemos la solución. Los que podemos defender la Constitución y parar la destrucción. Nos tenemos que organizar. No hay mucho tiempo.

Ricardo Alexander

Maestro en administración pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana. Colaborador en Excelsior. Twitter: @ralexandermp