Reformas, reformas y más reformas. Todo parece indicar que nuestro país empieza a moverse gracias a la habilidad de los legisladores para sacar rápido los acuerdos que México necesita para transitar hacia la modernidad.
La reforma educativa ya pasó e incluso las leyes secundarias de la materia han sido aprobadas. La reforma hacendaria ahí la lleva, ya está lista en Cámara de Diputados y está en proceso en la de Senadores. La reforma energética parece ser una realidad y la política va paso a paso.
¿Qué han implicado en los hechos todas estas reformas? Definitivamente no son gratis, sin que esta expresión tenga que ver con dinero.
En el “estira y afloja” legislativo se ceden y se imponen muchas cosas que se esbozan en los contenidos de las leyes y en la formulación de las políticas públicas que cada parte considera más adecuadas para resolver los problemas comunes. Esto es sano. Es, precisamente, el ejercicio que en toda sociedad que se jacte de ser democrática debe hacerse para tomar las medidas que inciden en las cosas de todos.
Bajo este entendido, es que con toda la “reformitis” que se vive actualmente en el país, los arreglos están a la orden del día, unos buenos y otros malos. Dada la premura de las cosas, se generan incentivos perversos para que las partes cedan o impongan ideas que no son lo mejor para el país sino para sus rebaños partidistas.
En los acuerdos de este año, veo especialmente una componenda que afecta a nuestro país y que da al traste con el sistema federal y nos lleva más hacia los tiempos del centralismo, que tanto paralizó en su momento a la Nación, que a un república en donde cada parte decide la forma de organizarse.
La creación del Instituto Nacional Electoral, incluido en la reforma política, parece ser la moneda de cambio para los partidos de oposición al del Presidente @EPN, puesto que no se vislumbran al interior de las diversas opciones políticas críticas hacia este nuevo sistema. Quizá sea algo que a todos convenga, pero ¿conviene a la democracia? ¿conviene a la celeridad de la vida pública?
El argumento central para su creación es que los órganos electorales de las entidades federativas se encuentran cooptados por los jefes políticos de cada estado. Sin embargo, de ser cierta esa teoría, ¿es la vía idónea para resolver este problema y generar elecciones más justas y equitativas? José Woldenberg, ex Consejero Presidente del @IFE_Mexico, ha dicho lo contrario “si se juzga la dependencia de los órganos, ¿porqué no trabajar en su independencia”.
¿De verdad un órgano central va a terminar con el supuesto problema de captura de la autoridad?
La solución que se propone me parece que se eligió por ser la más fácil (que obviamente montar todo el nuevo aparato electoral central será monstruoso). Si de verdad consideran que los jefes políticos de las entidades federativas controlan a las autoridades estatales, ¿qué no será de ese lado donde está la solución del asunto?
Cortar a los órganos electorales y someterlos a la decisión del Poder del centro es dañino. Usar al INE para ceder a otras cosas es retroceso.
A OJO DE BUEN CUBERO
Para entender, con datos y hechos concretos, la forma en que la vida pública se hace en México recomiendo ampliamente la lectura del libro “Mexico´s Mandarin”.