Opinión Del Experto Nacional

Gatopardismo en la 4T

Publicado el 01 de junio de 2020

 

Gatopardismo en la 4T

Por Ricardo Alexander M.

Entre 1954 y 1957, Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió la ahora clásica novela El gatopardo, que narra la historia de don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, y su familia, entre 1860 y 1910, en Sicilia, años en los que se dio la unificación italiana. La obra muestra un enorme realismo político que gira en torno a la idea que si “queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, lo que se define como gatopardismo.

Y es que gran parte de las llamadas transformaciones realmente terminan en lo mismo que se quería cambiar, pero con otros jugadores. En el fondo, todo sigue igual. No hay intención de modernizar, mejorar, sino sólo el deseo de los actores de estar al frente de los temas públicos y los privilegios que tanto critican.

En sus promesas de campaña, el presidente López Obrador ofreció un cambio de fondo. Dijo que iba a acabar con la corrupción y con esa “mafia en el poder” que tanto daño le hace a México. Que iba a lograr el verdadero desarrollo del país con un crecimiento de la economía del 6% anual, de la mano del “fomento del deporte y las actividades artísticas, la ciencia y la tecnología”. Que iban a crearse millones de empleos.

Los hechos muestran que el bienestar y el cambio es lo que menos le interesa a la —autodenominada y mal llamada— Cuarta Transformación. Sinceramente, ¿qué ha cambiado en lo sustancial?

Al llegar al poder, el mandatario ordenó que se removieran a miles de funcionarios públicos de carrera para ser sustituidos con otros sin probada capacidad ni honestidad, pero leales al régimen. Según datos del Inegi publicados esta semana, la tasa de prevalencia de corrupción aumentó durante el primer año de su gobierno. El Estado de derecho está más debilitado que nunca y se trasgrede la ley bajo el argumento de tener “autoridad moral” —lo que eso signifique—. Es más, se tiene como uno de los principales aliados del proyecto gubernamental a Manuel Bartlett, viva representación de todo lo que López Obrador ha criticado.

Muchos de los poderosos empresarios del país, antes atacados, ahora guardan silencio, pues son los que están ejecutando, con enormes contratos y ganancias, los proyectos prioritarios del gobierno federal.

La libertad de expresión se ve amenazada todos los días. El Presidente, en las mañaneras, abiertamente critica a los medios que se atreven a cuestionarlo y premia a los que le aplauden. Está probado que existe un ejército de bots a la orden del gobierno —a veces hasta usan las cuentas oficiales para los ataques— y Notimex, la agencia de noticias del Estado mexicano, se ha vuelto en el cínico vocero de los intereses del régimen.

En muchos años no se había visto tal opacidad y discrecionalidad en el ejercicio de los recursos públicos. La Ley de Adquisiciones es olímpicamente ignorada y las adjudicaciones directas se han vuelto el procedimiento por excelencia. El aumento en el gasto en programas asistenciales parece que lo único que pretende es comprar conciencias.

Se usan las instituciones públicas —no sólo del Poder Ejecutivo— a modo y contra los enemigos políticos.

Lo único que ha cambiado es que regresamos a los tiempos de control político y presidencialismo absoluto de los años de oro del PRI.

Al final, parece que con la 4T todo cambió para que todo siga igual.

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panamericana.

Twitter: @ralexandermp

 

Ricardo Alexander

Maestro en administración pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana. Colaborador en Excelsior. Twitter: @ralexandermp