No hay peor ciego…
Ricardo Alexander M.
Antes, tal vez no lo queríamos ver, pero ya no hay duda. Prácticamente, todos los días las señales están ahí. Son evidentes, abiertamente mostradas y defendidas por el Presidente y sus incondicionales.
A la par, comenzó con los embates a la libertad de prensa, justamente —e irónicamente— bajo el argumento de que ahora no existía la censura que había antes. Se fueron haciendo más comunes —y hasta normales— los ataques a periodistas —Carlos Loret de Mola, Jorge Ramos, Pascal Beltrán del Río—, reporteros —algunos de los que asisten a la mañanera— e incluso a medios de comunicación —Reforma, Proceso, Milenio— que “no actuaban con rectitud”, según el mandatario.
Igual contra los empresarios —Claudio X. González, Alberto Baillères, Valentín Diez Morodo, José Antonio Fernández Carbajal, entre otros tantos—, esa mafia que genera empleos, paga impuestos y que sólo quiere saquear la país.
Prácticamente, cualquiera que cuestione sus decisiones y las de los suyos responde a intereses que van en contra de México. ¿Cómo se atreven, si yo tengo “autoridad moral”? —parece que piensa—.
También ha sido preocupante la —reiterada— compra de la lealtad del Ejército. Lo ha fortalecido con la construcción de su nuevo aeropuerto en Santa Lucía, le dejó el control de la seguridad en el país y le dio manga ancha para que consolidaran las compras públicas durante la pandemia. Prácticamente, un cheque en blanco. Como si existiera duda o miedo de que deje de apoyarlo.
La imposición de cercanos —o leales— en los demás poderes y organizamos autónomos, como la presidencia de la SCJN, la Fiscalía General de la República o la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
El propósito fue claro con el proyecto de reforma que presentó para el manejo discrecional del Presupuesto de Egresos por “emergencia económica”, pues ni las formas cuidó. Afortunadamente, por ahora, pudo una —unida— oposición, parar los esfuerzos de Morena de aprovechar la pandemia para destruir uno de los principios democráticos de cualquier nación que se jacte de serlo.
Y ahí no han parado los esfuerzos para convertir al México republicano en algo diferente. Apenas esta semana, el mandatario repitió y confirmó que se juzgaría al expresidente Felipe Calderón, si así se lo pedía el pueblo bueno y sabio. Así es, propuso un juicio a mano alzada, como en tiempos de Poncio Pilato, atentando contra la Constitución, contra el Estado de derecho, el principio de legalidad y contra la —supuesta— autonomía de la Fiscalía General de la República.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Si tiene pico como ganso, grazna como ganso y se parece a un ganso, tal vez sea la hora de que nos demos cuenta que es un ganso, y a dónde pretende llevar a nuestro país.
Debemos dejar de estar como una rana en una olla que se va calentando y no se da cuenta. Si los mexicanos nos volvemos ciegos, no habrá piedra sobre piedra que sobreviva. Es tiempo de empezar a preocuparnos, y ocuparnos, un poco más y asumir el problema que estamos enfrentando.
*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panamericana.
Twitter: @ralexandermp