¿Clases de cómo ser feliz?
Por Paloma Guillen
Hace días leía un artículo que hablaba sobre las clases de felicidad que se imparten hace años en la capital de India, Nueva Delhi; apenas un ejercicio, pero que se oye posible y digno de tomarse en cuenta.
Apenas también, pensaba en todo lo aprendido durante mi ya larga vida y lo que me hubiera servido haber recibido esas clases que, como quiera, me dio la vida.
Imaginen esto, en Nueva Delhi, todos los días de clase, casi un millón de alumnos empiezan su día con esta clase que hasta su nombre inspira: Clase de felicidad.
Los maestros piden a sus alumnos, desde preescolar, que cierren sus ojos por unos minutos y se concentren en el presente, primero en su respiración, en su cuerpo, en los sonidos…
Después escogen entre varias actividades, pero siempre empiezan con hacer una notita de agradecimiento a alguien sobre algo que los haya hecho sentir bien, dirigida a alguien conocido o no.
Luego mediante historias o situaciones opinan sobre cómo resolver ese problema o qué hubieran hecho en esa situación. Lo hacen en equipos y luego platican sobre las posiciones.
45 minutos, todos los días, todos esos niños aprendiendo cómo ser conscientes de su presente, a relajarse, a ser agradecidos, a trabajar en equipo.
Compasión, tolerancia, altruismo, calma, sentido común, valorar la familia, lo que tienen.
Luego me enteré que una de las cátedras más populares en Harvard se llama Psicología Positiva, la imparte el profesor Tal Bar-Shahar y trata de cómo ser feliz en el trabajo, demostrando así una tendencia cada vez mayor en buscar la felicidad en lo que hacemos.
Autoestima, empatía, amor, amistad, logros, creatividad, música, espiritualidad. Eso es lo que enseñan en esa materia porque mientras más felices seamos, más creativos somos.
¿No sería maravilloso que nuestros hijos, nuestros nietos o más allá pudieran aprender todo esto?
¿O que nosotros los mayores pudiéramos empezar nuestro día así? Respirando profundo, agradeciendo un día más de vida, reflexionar sobre algo que nos dejó huella, ayudando en lo que podamos, haciendo algo que amamos y enseñando a los nuestros a hacerlo.
¿No es parte de nuestra obligación como padres, abuelos, tíos o personas mayores formar el carácter de nuestros niños y jóvenes?
Niños felices, tolerantes, solidarios, agradecidos… adultos realizados, haciendo lo que les haga felices ayudando a todos los demás.
Qué gran aportación sería y qué tan fácil sería impulsarlo. Ojalá que reflexionemos sobre eso y hagamos lo que nos toca.