El fin del lopezobradorismo
Por Ricardo Alexander M.
Existen muchas cosas preocupantes en México. Desde donde se vea, el país ha transitado por el caos durante los últimos cuatro años. En prácticamente todo estamos peor que cuando empezó la administración de López Obrador. No sólo no hemos avanzado, sino que se puede ver un claro retroceso democrático.
La pobreza ha aumentado. Igual la inseguridad y los homicidios. Somos el país más peligroso del mundo para practicar el periodismo. Los organismos autónomos son menos independientes que antes, al igual que el Poder Judicial, que fue entregado por quien fuera su presidente.
Es un hecho que hoy en México somos menos libres. Somos más cínicos y estamos más divididos. Nuestra capacidad de sorpresa e indignación ha sido ahogada en un mar de delitos flagrantes, de mentiras y manipulaciones que todos los días se dictan desde el palacio imperial. Empezamos con un “al diablo las instituciones” y llegamos a un “no me vengan con que la ley es la ley”. Y nos dejó de indignar.
No necesitamos una bola de cristal para predecir el futuro. Después de cuatro años de gobierno, ya sabemos lo que va a pasar en 2024. El Presidente va a destinar todas sus armas para ganar, a como dé lugar, las elecciones federales. No tendrá empacho en poner a andar la maquinaria del financiamiento por el crimen organizado, ni en que su partido ignore la ley. Atacará constantemente al árbitro electoral y es un hecho que, si no obtiene la tan anhelada victoria, desconocerá los resultados. Ya lo dijo, su proyecto continuará, o eso es lo que él cree.
Pero su diagnóstico es errado. No obstante el desolador panorama para el próximo año, existe un elemento muy positivo. Pase lo que pase, estamos frente al fin del lopezobradorismo.
Gane quien gane, López Obrador dejará la silla presidencial y quien llegue a sustituirlo, incluso si es una de sus corcholatas, terminará –por acción u omisión– con la funesta –autodenominada– Cuarta Transformación.
Después de estos desastrosos seis años, quien llegue al poder no tendrá esas mayorías abrumadoras en las Cámaras. Tampoco se le rendirá esa idolatría ciega por los legisladores de su partido. No existirá ese culto y fe ciega al nuevo líder. Y poco a poco se irá evaporando la devoción por nuestro actual mandatario.
No habrá otra salida más que la negociación. Y si esa persona que llegue es –medianamente– inteligente, buscará un camino muy diferente al emprendido por la actual administración.
Dependiendo de quien ocupe la silla presidencial, incluso se puede asumir que se abrirán y ejecutaran procesos judiciales y administrativos, hoy empantanados, contra esos funcionarios públicos que de manera grotesca se llenaron los bolsillos con dinero producto de la corrupción.
Y todo indica que una vez que termine el sexenio y López Obrador deje el cargo, el partido Morena se autodestruirá y toda la basura acumulada bajo la alfombra embarrará a todos los que estén cerca.
En el fondo, lo único que une al movimiento de “regeneración nacional” es resentimiento y un apetito voraz de poder. Y ahí está su acabose.
Por eso, no todo son malas noticias. Ya no hay mucho que pueda hacer el lopezobradorismo para mantenerse con vida.
México resistió una enorme fuerza devastadora. Ahora toca empezar a planear su reconstrucción.