El asesinato de Nuevo Laredo
Por Ricardo Alexander
Sabemos poco de lo que pasó esa noche. En la camioneta viajaban Gustavo Pérez, Wilberto Mata Estrada, Jonathan Aguilar, Gustavo Ángel Suárez, Alejandro Trujillo, Alejandro Pérez y Luis Gerardo. Los primeros cinco fallecieron y el último joven se encuentra grave en un hospital, según información publicada.
Habían salido de un antro la noche del sábado. Gustavo Ángel conducía la camioneta y era el encargado de llevar a sus compañeros a sus domicilios en cuatro colonias cercanas.
A su regreso, un convoy militar empezó a perseguirlos, 20 elementos aproximadamente. Al llegar a la calle Méndez y Huasteca de la colonia Manuel Cavazos Lerma, en Nuevo Laredo, los elementos les dispararon en, al menos, 20 ocasiones. Al interior de la camioneta quedaron los cuerpos de tres de los jóvenes, dos más tirados en la calle de acuerdo con información oficial.
Según la autoridad, la madrugada del 26 de febrero, el personal militar realizaba un operativo de reconocimiento de área cuando oyeron disparos, por lo que avanzaron e identificaron una camioneta pick up con siete sujetos a bordo, quienes “se trasladaban a exceso de velocidad”.
Dicha camioneta habría acelerado al ver a las tropas y se detuvieron al impactarse con otro vehículo. Los militares dispararon. Luego del tiroteo, encontraron a una persona ilesa, a una herida y a cinco personas sin vida. Alejandro, único sobreviviente —y que salió milagrosamente sin heridas—, relató: “Cuando salí de la camioneta, escuché que los militares decían, ’¡mátenlo, mátenlo!’ Me pusieron pecho a tierra. Luego escuché dos disparos más, y al rato vi a mi hermano tirado en el piso”. Su hermano falleció en el lugar y uno de sus amigos está en coma inducido en el hospital.
“Alcancé a ver cómo un elemento le disparó a un compañero que ya estaba herido. Él pedía una ambulancia, pero un elemento militar le disparó de nuevo”. Alejandro también dijo, de acuerdo con información de El País, que habría sido amedrentado por los militares implicados. “Luego me preguntaron si quería vivir o morir y yo les respondí que quería vivir. Y ellos me dijeron que me declarara culpable, mientras ellos me grababan en video. Que dijera que íbamos huyendo, lo cual no es verdad”. Según sus declaraciones, al final accedió. Un militar grabaría el mensaje con su celular.
El 28 de febrero, la Sedena publicó su versión sobre los hechos. Una declaración escueta donde no se mencionan armas de los tripulantes. De acuerdo con datos de las autoridades que intervinieron en el procesamiento de la escena, ni los jóvenes ni al interior de la camioneta se encontraron armas de fuego ni drogas. La respuesta del gobierno federal ha sido vaga. Incluso, el Presidente insinuó en su mañanera que los jóvenes podían ser sicarios. Cuatro de los soldados involucrados habrían sido trasladados a una prisión militar, ubicada en el campo militar No. 1-A, acusados de desobediencia. En todo caso, hasta el momento parece que los elementos serían juzgados por los mismos militares, no obstante, los delitos fueron cometidos contra civiles.
Y mientras este tipo de cosas suceden en el país, son los militares quienes supuestamente nos cuidan de los criminales. En ningún país democrático las Fuerzas Armadas se encargan de la seguridad pública. Tampoco administran aeropuertos ni trenes.
Seguimos excavando el agujero del que no vamos a poder salir. Un México militarizado.