En el desabasto, primero los pobres
Por Ricardo Alexander M.
Se dijo: 10% de capacidad y 90% de inexperiencia, combinado con arrogancia y falta de pericia, tendrían resultados desastrosos. Basta voltear a ver el tema de la salud pública para conocer que elegir un mal gobierno tiene consecuencias.
La situación de desabasto de medicinas en el gobierno de la 4T evidencia que tenemos funcionarios que no entienden que no entienden, y que piensan que no tienen que rendir cuentas.
Si buscamos desde un inicio, la historia se remonta a una década.
En ese momento, derivado de las recomendaciones de la OCDE, el gobierno mexicano decidió innovar sobre la adquisición de medicinas a través de un procedimiento consolidado que involucrara a todas las instituciones federales de salud y a varios estados de la República. La idea era mejorar las condiciones de compra y el abasto.
El liderazgo del proyecto lo asumió el IMSS. Para eso se creó un área de investigaciones de mercado que el sector privado envidiaba. Se implementaron mecanismos de transparencia y se involucró a la industria y a organismos internacionales.
Así empezó la compra consolidada de medicamentos y material de curación. Cada año se fue perfeccionando, al grado que de 2013 a 2018 se generaron ahorros por más de 17 mil millones de pesos. Se compraba más y a mejor precio.
En 2018, Raquel Buenrostro, en ese entonces oficial mayor de la Secretaría de Hacienda, y hoy jefa del SAT, decidió que ella podía hacerlo mejor. Convenció al Presidente de que había que separar la fabricación de medicinas de su distribución. Además, la compra se haría en su oficina. No entendió que se podía beneficiar de la experiencia acumulada en el Seguro Social.
Pasó lo que tenía que pasar. El abasto cayó de forma dramática, y no les quedó de otra, sino reconocer el problema, pero en lugar de dar una solución sensata, se modificó la Ley de Adquisiciones para abrir la puerta a la compra por “organismos intergubernamentales internacionales”, a los que no les aplicaría la regulación nacional, que justamente había sido el resultado de décadas de conocimientos acumulados.
En julio del año pasado se contrató a la UNOPS, la cual nunca había participado en compras de ese tamaño, para que llevara a cabo la compra que el IMSS hacía de forma exitosa. Sólo por la administración del proyecto –que en principio duraría hasta 2024– se presupuestaron 27 millones de dólares. El desabasto se acrecentó.
Tan grande la ineptitud, que hace algunos días el Insabi reconoció que solicitó a la UNOPS la adquisición de más de mil claves de fármacos que ya no se fabricaban.
Buscando una solución a ese desastre, se cayó en récord de adjudicaciones directas y, lo peor, es que ha aumentado, de forma preocupante, el desabasto de medicinas. Ahora el Presidente quiere que Fuerzas Armadas, S.A., se involucre en los procesos de compra y distribución de medicamentos, lo que significa más opacidad.
Lo más sorprendente es que, como en otros temas, el Presidente y su equipo crearon el problema. Recibieron algo que funcionaba y lo echaron a perder.
Toda esta historia se cuenta como una ficción, donde las autoridades no ven ni escuchan lo que le pasa a la población que –irónicamente– los puso en el poder. Cualquier reclamo es un invento de los conservadores. Así de poco les importa el pueblo al que dicen representar. En algo tienen razón, en el desabasto, primero los pobres.