Los muertos de Juarez
Por Paloma Guillen
Más me hubiera gustado haber hablado sobre el fin de una grandiosa vida como fue la de Chabelo. Haber recordado como muchos de ustedes a alguien que nos acompañó domingo a domingo desde temprano y fue parte de nuestras vidas y de la de muchas generaciones.
Pero la pesadilla de los 39 muertos (al momento de esta nota) en Ciudad Juárez, todos ellos migrantes, quemados, asfixiados como sea, pero muertos, me recordó la terrible realidad en la que vivimos los mexicanos.
México, un país con todos los fenómenos importantes de la migración, país de origen, país de destino pero sobre todo, en estos tiempos, país de tránsito de miles y miles de centroamericanos que se animan a transitarlo, a pesar de sus peligros, para cumplir el mal llamado “sueño americano”.
Y entrecomillo “sueño americano” porque no existe ya, porque las múltiples opciones que el país vecino ofrecía para llegar, establecerse y crecer, no existen más. La puerta por la que entraron muchos y que lograron construir un gran país, está cerrada.
39 seres humanos, 39 soñadores, 39 personas que sin duda tenían una familia que esperaban lo casi imposible, lograr cruzar a EUA, ya no existen. Murieron presos, sin siquiera ser delincuentes.
El haber estado en contacto con el fenómeno migratorio me obliga a reflexionar con ustedes y conmigo misma.
Los migrantes, esos que vemos en la central camionera dormidos en el piso, son personas como usted o como yo o como alguno de nuestros hijos, que, agobiados por su realidad, intentan llegar al país vecino, sin siquiera saber el tamaño de nuestro país, ni siquiera pensar en los peligros a los que se enfrentarán, o si lo saben, no les importa. Quieren una vida mejor para sus familias. Huyen de la pobreza y de la violencia.
Y nosotros cada vez menos solidarios, quizá por la cantidad que invade nuestro propio espacio y que agravan nuestras propias carencias más la terquedad de ellos, de la mayoría que se resisten a volver derrotados a su patria.
No es posible y así lo plantee a las autoridades norteamericanas solucionar estos problemas utilizando a nuestro país como su patio trasero. No es posible que ahora sean indiferentes a la situación que se vive. No es posible que no puedan crear condiciones en estos países para que no decidan irse, para que se queden.
No creo en utilizar la tragedia con fines políticos, pero si en los derechos humanos. Creo en señalar que hay miles y miles como esos 39 en los centros de detención de México. Hagamos al menos conciencia de esta realidad que nos debe doler a todos.