Narrativa presidencial: Conversación social
Por Morelos Jaime Canseco Gómez
Con la inspiración en lo realizado durante su gestión como Jefe de Gobierno del otrora Distrito Federal, el presidente Andrés Manuel López Obrador planteó celebrar conferencias matutinas durante la mayoría de las jornadas de su mandato. Es el eje fundamental de su vinculación con la sociedad. A través de este ejercicio aparece casi todos los días y estructura la narrativa de su presidencia.
Aunque formalmente el propósito fue llevar a cabo una conferencia de prensa en la cual atendería las preguntas y los cuestionamientos de las y los profesionales de la comunicación social, poco a poco derivó en una especie de programa de noticias y opiniones del Ejecutivo, a la manera de un informativo con comentarios desde Palacio Nacional.
En vez de ser un espacio para ejercer el derecho a la información de quienes se dedican al periodismo, se fortaleció como el vehículo esencial para articular, exponer y difundir la narrativa presidencial. También, a la manera de otros programas noticiosos, fue estableciendo secciones e invitados regulares para abordar los temas de la necesidad, el interés o la ocurrencia presidenciales; así, aparecen el vocero de la pandemia, la información de los precios de las gasolinas o la mención de quienes –a juicio del Ejecutivo– faltan a la verdad en las noticias que difunden o las opiniones que expresan con motivo de su participación en los medios de comunicación social.
Dentro de la construcción de la narrativa de confrontación para favorecer la polarización de la sociedad, este último ejercicio es por demás riesgoso para la libertad de expresión, pero además para nuestra política es la versión del asaltante que, para evadirse, grita: ¡al ladrón!, y busca que los demás volteen y vayan hacia otro lado.
Spin Taller de Comunicación Política, dirigido por Luis Estrada, ha documentado al 30 de junio último que en 943 días del mandato, el Ejecutivo Federal ha hecho 641 conferencias matutinas, las cuales han tenido una duración promedio de 108 minutos y en ellas el anfitrión ha realizado 56,181 afirmaciones que carecen de veracidad; es decir, un promedio superior a 87 en cada mañana.
La verdad, impresionante. ¿Se imagina usted qué ocurriría en cualquier ejercicio de comunicación televisiva si el equipo de preparación del material y quien lo conduce se apartaran a ese grado de la veracidad? Pienso que una derivación factible sería la merma de la credibilidad y, luego, de la audiencia.
Sin embargo, a pesar del acucioso seguimiento y análisis de SpinTCP, el Ejecutivo de la Unión mantiene el paso y reincide en la práctica por lo redituable del instrumento. ¿Por qué? Porque la utilidad supera con mucho al posible desgaste. Algunos componentes: (i) el privilegio de encartar y descartar temas y, en su caso, definir los tiempos; (ii) la oportunidad de pontificar, descalificar e incidir en la confrontación para eludir la aportación de información o de opiniones fundadas en algo más que prejuicios, creencias o interpretaciones sin sustento; (iii) la ausencia casi total de cuestionamientos que exijan la fundamentación de lo que se afirma, o que exhiban la carencia de veracidad o de razones para la actuación presidencial; y (iv) la falta de quienes repliquen y precisen las inconsistencias.
Por esos elementos, el programa noticioso gubernamental y de opiniones del Ejecutivo, prácticamente no requiere de precisión informativa y de preparación por parte de su conductor.
Me vienen a la memoria dos reflexiones sobre la preparación para enfrentar a la prensa o al debate parlamentario. La primera de John F. Kennedy, quien en mucho modernizó el formato de las conferencias presidenciales en la Casa Blanca, por la jornada que dedicaba para informarse, documentarse y practicar sus respuestas con sus colaboradores; y no las hacía diariamente.
Y la segunda de Tony Blair, cuando como Primer Ministro de la Gran Bretaña renegaba del formato que había dividido el Question Time en la Cámara de los Comunes de los miércoles, para efectuarse los días martes y jueves, más que nada por el tiempo necesario para prepararse.
Hasta ahora, con excepciones notables, al Ejecutivo Federal le ha sido muy sencillo y productivo el formato de las que en principio serían conferencias de prensa con agenda libre sobre los asuntos que corren. Muy pocos retos y muchas comodidades, que han permitido consolidarla como la columna de la articulación, la expresión y la difusión inicial de la narrativa presidencial y el intento por imperar en la conversación social.
Ante la crítica pertinaz y generalmente infundada del presidente la República a los medios de comunicación críticos y a quienes opinan y forman opinión en esos ámbitos, pero ahora en el contexto de evitar informar y fundar sus criterios de decisión y de acción en la pretensión de exhibir a quienes en su consideración se apartan de la verdad, ¿podrían hacer algo esos medios en defensa de las libertades que tutelan su ejercicio profesional?
Parecería que sí, por el enorme riesgo que implican la conformación de una narrativa presidencial de exclusión y desacreditación a quienes no abracen sus propuestas y sus criterios; y porque la arena para la defensa de los derechos a la información, la expresión y la opinión es precisamente la del ejercicio de estas libertades.
Refería casos excepcionales en el desarrollo del programa noticioso presidencial. Son los que marcan la pauta hacia el escenario ordinario o regular del periodismo al servicio de la sociedad, en la que debería ser una auténtica conferencia de prensa.
Hace unos días el periodista Jorge Ramos de Univisión acudió por tercera ocasión a Palacio Nacional para cuestionar al presidente López Obrador sobre la estrategia y los resultados en materia de seguridad pública. Quedó acreditada la ausencia de saldo positivo para el gobierno.
Otros periodistas han planteado preguntas que pusieron el otro lado de la cuestión al Ejecutivo Federal, como Ricardo Rocha en mayo de 2019 y Alberto Peláez esta semana, quienes lograron poner el contraste en lo que de otra forma es un monólogo acrítico.
¿No le gustaría a usted que las y los magníficos periodistas que hay en nuestro país acudieran con regularidad o sistemáticamente al Salón de la Tesorería de la Federación y buscaran las respuestas que la sociedad tiene interés en conocer? ¿No sería grato que se produjeran intercambios entre esas y esos profesionales y el mandatario ejecutivo federal?
La nota emanaría entonces de ese diálogo y no de las ocurrencias del momento. Y los temas de interés para la sociedad se plantearían con la oportunidad y el fondo necesarios.
Es válido que el Ejecutivo aspire a establecer la agenda, pero corresponde a la función social de los medios abrirla y ampliarla con base en la observación de la realidad y la búsqueda de los hechos y la verdad.
Si bien hay un púlpito en Palacio Nacional para el oficiante, el ejercicio profesional del periodismo puede contribuir a graduar el volumen y matizar el discurso, y los medios ser o dejar de ser la caja de resonancia, de acuerdo al interés colectivo por la información y la opinión, a través de los criterios de la veracidad y la sustentación. La resonancia de las ocurrencias puede ser contraproducente.
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— HV (@RevistaHV) July 19, 2021