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#Opinión || No sólo es insensibilidad es concentrar poder

Publicado el 15 de marzo de 2021

 

 

No sólo es insensibilidad es concentrar poder

Por Morelos Canseco Gómez

Sin ser lineal, el movimiento de la historia acredita el triunfo de todas las causas por la reivindicación de la dignidad de las personas y, por ende, del reconocimiento de sus derechos. La dinámica expansiva para lograrlo puede tomar tiempo y requiere ritmo, pero es incontenible. El motor de la lucha no cesa porque el objetivo de la causa se postergue.

Siglos de patriarcado, que en los hechos ha sido conculcación de libertades y sujeción a voluntades ajenas, enfrentan el vigor de la lucha de las mujeres en la presente centuria. El clamor de “ya basta” resuena en gran parte del mundo.

Sí, no bastan la fecha conmemorativa y las modificaciones legales hacia la igualdad sustantiva. Son necesarias pero insuficientes. Sí, no bastan el reconocimiento de derechos negados que fueron emblemáticos por la capitis diminutio implícita, como el sufragio, ni los textos legales políticamente correctos pero que no se cumplen por falta de voluntad y recursos para hacerlos efectivos.

Aunque reconozcamos que la era presente deberá asumir la solución de los problemas que globalmente están representados por la protección del medio ambiente y el equilibrio ecológico, y por el acceso a la tecnología en condiciones tales que no se abra un abismo entre quienes la poseen y la desarrollan y quienes carecen de ella, el principal reto humano y social de este siglo está en la causa por lograr una sociedad en la cual las mujeres sean respetadas y no agredidas; disfruten de igualdad auténtica y no sólo formal, y obtengan justicia en toda situación que hubiere vulnerado sus derechos y no complicidades de una dominación masculina.

Sin demérito del énfasis en la reivindicación del principio de igualdad, porque pone en claro el desequilibrio y las desventajas creadas a partir de roles asignados y prejuicios muy enraizados, el respeto a la integridad física, psicológica y sexual de las mujeres es culturalmente esencial, y la posibilidad de que se conozcan, enjuicien y sancionen -hacer justicia- las conductas que las han agraviado, son la tríada de la exigencia indeclinable.

Han generado conciencia, han movido voluntades y han expresado con vehemencia que tienen razón. Han obtenido triunfos, están triunfando y triunfarán en definitiva.

Si la razón les asiste, si la emoción les respalda y si la justicia está de su lado, ¿por qué el presidente Andrés Manuel López Obrador aduce que no conoce el fondo de sus reclamaciones, no muestra una mínima empatía y no reconoce que es imperativo transitar ya a la solución real del problema?

O planteándolo de otra forma, ¿por qué renunciar al diálogo y el acuerdo, y preferir la descalificación y la confrontación?

Aunque ante las críticas al Ejecutivo Federal le complace decir con frecuencia que ya “no es como lo de antes”, en la línea básica de atención a las expresiones sociales que toman las calles y las plazas y desbordan simbólicamente los cauces institucionales no parece haber sino dos opciones básicas y sus variantes tácticas, luego de pulsar la naturaleza y profundidad del movimiento:

(i) reconocer la causa y la representación de quienes la defienden; identificar y jerarquizar las demandas; impulsar la articulación de entendimientos, y alcanzar acuerdos. Es hacer política democráticamente; o

(ii) ignorar la validez de la causa y la representación de quienes la enarbolan; cerrar las vías a la expresión ordenada de las demandas; y descalificar a quienes urgen por decisiones y políticas que alterarían las definiciones del poder. Es hacer política autocráticamente.

Entre estas vertientes básicas, el presidente la República optó por demostrar el poder a su cargo; no buscar soluciones con y para quienes legítimamente presentan y promueven las causas de las mujeres, sino negar el diálogo y pretender encapsular a las manifestantes. Incurrió en una auto-derrota moral. Quien se ufana de rescatar una frase de otro momento sobre la imposibilidad moral del triunfo de la reacción, se auto infringió una derrota de esa naturaleza.

En el tablero básico de la planeación política presidencial, el movimiento político por asegurar -aquí y ahora- el pleno reconocimiento y el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres, es un ingrediente no previsto y disruptor. No son los adversarios políticos de los partidos de oposición; no son los contrapesos orgánicos al poder ejecutivo; no son los empresarios e inversionistas con intereses económicos. Son las mujeres de México clamando por una causa justa cuya atención con programa, tiempos y metas ha sido paulatinamente diferida.

En el país binario de las contradicciones simples y estereotipadas del inquilino de Palacio Nacional, éste ha caracterizado el movimiento en el espectro de sus adversarios y lo ha pretendido reducir a la posición del conservadurismo ideado para polarizar su gobierno con esa vertiente de pensamiento y conducta política. La causa más relevante de hoy y sus reivindicaciones son reducidas injusta y equivocadamente a expresiones de “intereses extranjeros”, “ideas importadas” o, peor aún, “manipulaciones de los conservadores adversarios del Ejecutivo de la Unión y el gobierno que encabeza”.

Lo novedoso que no se alcanza explicar es objeto de una tergiversación que, en el fondo, se resuelve con la exclusión de quienes disienten, de quienes discrepan de la gestión gubernamental, de quienes formulan demandas que no concibe el titular del poder ejecutivo.

O ¿será que la confianza en la popularidad propia y la reducida expectativa de votos para las oposiciones en coalición en los comicios federales de este año, le genera la percepción de que no habrá consecuencias electorales de su conducta ante las reclamaciones de las mujeres del país?

Una y otra hipótesis se sustentan en una determinación: no dialogar ni construir acuerdo alguno con quienes no le han concedido la obediencia a la concepción y la propuesta que tiene para el país y, sobre todo, a la adopción personal de toda decisión sobre los asuntos públicos de México.

Reconocer una causa y atenderla en su dimensión política y para la real adopción de políticas públicas y prioridades presupuestales, es ceder parcialmente el poder; esa concesión sería contraria a la concentración en marcha desde diciembre de 2018. La voluntad concentradora ha sido constante y sus vertientes se refuerzan.

No es sólo que no comparta los objetivos de las demandas de las mujeres, sino que no concibe que le disputen el poder de decidir y hacer con los menos equilibrios posibles. En la transformación planteada por el presidente López Obrador sólo hay un poder: el propio, y sólo hay una ruta: reducir cualquier freno y contrapeso.

Nota: en la colaboración anterior, por error imputable al suscrito se publicó que José Luis Lamadrid elevó la política en su persona a una acción, cuando lo correcto es que la elevó a una pasión.

Morelos Jaime Canseco Gómez

Morelos Jaime Carlos Canseco Gómez (Ciudad Victoria, Tamaulipas, 22 de septiembre de 1957). Es un político mexicano, miembro del Partido Revolucionario Institucional, ha sido diputado federal y fue Secretario General de Gobierno de Tamaulipas. Morelos Jaime Carlos Canseco Gómez es Licenciado en Derecho, es hijo del también político tamaulipeco Morelos Jaime Canseco González quien entre otros cargos fue Senador por su estado; Canseco Gómez ha ocupado entre otros cargos los de funcionario de la Misión Permanente de México en Reino Unido de 1983 a 1986, Director de Relaciones Interparlamentarias del Senado de la República de 1986 a 1988 y Oficial Mayor del mismo de 1988 a 1994; posteriormente fue director General adjunto de Gobierno de la Secretaría de Gobernación de 1995 a 1997 y Director General de Asuntos Jurídicos en la misma en 1997; de 1999 a 2000 fue Subsecretario de Asuntos Jurídicos Electorales del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y Secretario General Adjunto de 2000 a 2001. En 2005 el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores, lo designó Consejero Jurídico de su administración permaneciendo en el cargo hasta 2009, en este año fue elegido diputado federal suplente por el V Distrito Electoral Federal de Tamaulipas a la LXI Legislatura, asumió la titularidad de la curul en 2010 cuando el diputado propietario, Rodolfo Torre Cantú, solicitó licencia para ser candidato del PRI a la Gubernatura. El 1 de enero de 2011 al asumir el cargo el nuevo gobernador Egidio Torre Cantú, lo designó Secretario General de Gobierno, por lo que solicitó y obtuvo licencia como diputado federal, sin embargo al ser el suplente y haber fallecido el titular, la representación del Distrito V de Tamaulipas quedó vacante. Dejó la Secretaría General de Gobierno y fue nombrado Secretario del Trabajo y Asuntos Jurídicos en agosto de 2012, renunciando a este cargo el 12 de agosto de 2013.