Opinión Del Experto Nacional

#Opinión || Subir el nivel del discurso político

Publicado el 26 de julio de 2021

Subir el nivel del discurso político 

Por Ricardo Alexander M.

Era el 20 de mayo de 2018. En su participación en el segundo debate presidencial, el candidato Ricardo Anaya le dijo a Andrés Manuel López Obrador, ahora Presidente de México, “el problema (…) no es tu edad, sino que tus ideas son muy viejas. Tampoco me parece un problema el que no hables inglés; el problema es que no entiendes el mundo. Lo que pasa fuera de México sí impacta en nuestro país”. El ahora mandatario respondió con un “Ricky Riquín Canallín”. Todos reímos.

Pensábamos que estábamos frente a una estrategia de campaña. Mantener simple el discurso para tener impacto en todos los oídos. Nos equivocamos. En ese momento no sabíamos que ésa sería la media del sexenio. Que las ocurrencias habrían de tomar el lugar de las ideas o conceptos y la capacidad sería sustituida por la ciega lealtad.

En los últimos tres años, el discurso político, el lenguaje con el que se habla de lo público y se materializan las acciones de gobierno, se ha tirado al suelo. No sólo se ocupa de todo tipo de intrascendencias, sino que carece de toda lógica y seriedad.

Hoy lo que se discute en la esfera pública es si debemos o no recibir una disculpa de España por La Conquista. O si se rifó o no el avión presidencial. Ahora estamos hablando de si se debe de votar en la consulta popular del 1 de agosto, la cual está por pasar a la historia como el ejercicio “democrático” más estúpido y costoso de la década.

Nuestra política ha tomado el nivel de un juego de niños de 6 años, donde la fantasía y la imaginación determinan el hilo conductor —con superhéroes y villanos— y en el cual el discurso está fundamentado en mentiras —más de 56 mil, según el recuento de la consultora SPIN— y medias verdades.

Hoy en día cualquier cuestionamiento será respondido con una falacia ad hominem o con un sinsentido, como “yo tengo otros datos”. El diálogo ha sido sustituido por un monólogo que se alimenta, no de información de expertos, sino de la veneración de los súbditos que aplauden sin cuestionar ni siquiera la falta de coherencia interna de los argumentos.

En el fondo, el problema es que la pobreza de lenguaje no es sino reflejo de la falta de ideas. Como dice la máxima jurídica, “nadie puede dar lo que no tiene”. Y es que esa vulgarización del discurso político es el síntoma de un gobierno mediocre que no ha tenido ni un sólo éxito, sino todo lo contrario. Simplemente ha destruido lo que ha podido. Y como su líder ya sabe que no va a pasar a la historia como “un buen presidente”, es mejor seguir destruyendo. Como aquel niño sobre el castillo de arena.

¿En qué momento llegamos a normalizar esta degradación de nuestra clase política y nos convertimos en ese país que sólo es popular entre las naciones menos desarrolladas y democráticas, donde las ideas han sido sustituidas por frases pegajosas sin eco en la realidad?

Aunque no le guste al rey del Palacio, tenemos que dar un paso hacia atrás para ver con perspectiva y empezar a subir el discurso de lo público. Le toca empezar a nuestra clase política —probablemente la culpable de la situación—, pero la responsabilidad es de todos. Y el silencio es cómplice.

 

*Maestro en Administración Pública  por la
Universidad de Harvard y profesor
en la Universidad Panamericana.

                Twitter: @ralexandermp

Ricardo Alexander

Maestro en administración pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana. Colaborador en Excelsior. Twitter: @ralexandermp