“El hombre es el lobo del hombre”
-Thomas Hobbes
Se viven tiempos difíciles, tiempos que carecen de acuerdos y de puntos en común, donde las diferencias han crecido en todos los aspectos y donde el pensar diferente a alguien te hace ignorante, tonto o una persona con falta de criterio.
A todos los mexicanos nos preocupa nuestro país, al menos quiero pensar eso, pero debemos poner un alto a la repartición de culpas y empezar a cooperar como ciudadanos que formamos parte de una misma sociedad, con acciones personales y haciendo a un lado el odio y la violencia.
Las manifestaciones y la protesta son derechos fundamentales protegidos por nuestras leyes, tan es así que el artículo 9° de nuestra Constitución Política lo reconoce, al señalar que no se puede coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con un objeto lícito. Por otra parte, ese derecho tiene límites, como cualquier otro, ya que menciona que la protesta a alguna autoridad es legal, siempre y cuando no se profieran injurias contra ésta, ni se haga uso de violencia o amenazas para intimidarla u obligarla en el sentido que se desee, lo dice la Ley Suprema y desde hace muchos años.
¿Se estarán cruzando estos límites en México?
Siempre he dicho que es, no sólo derecho, sino también obligación de la sociedad civil observar el actuar de la función pública, ser el juzgador de juzgadores, el panóptico de Foucalt que lo ve todo, que vigila y castiga; sin embargo, debemos quitarnos el concepto antiguo de democracia, la democracia moderna implica no sólo crítica, sino también participación social y solución ciudadana en los problemas cotidianos.
Esa participación ciudadana no la traduzco en protesta o manifestación desbocada, sino en actuación diaria, en imprimir el sello de la ética en cada acto que realizamos, empezando por el respeto a los demás, creer que el Estado puede resolver todos los problemas que existen, ha quedado obsoleto.
Como cité al iniciar la columna, Hobbes decía que el hombre es lobo del hombre, y al parecer después de tantos años sigue teniendo razón, es momento de borrar esa frase famosa que forma parte de “El Leviatán”, nuestra mexicanidad se nota sólo en partidos de la selección nacional, cuando no debe ser así, si en realidad amamos nuestra tierra debemos demostrarlo, empezando por transformar el odio y el rencor, por la armonía y la paz, por la colaboración constructiva.
Es muy sencillo hablar del mal hacia afuera, pero ¿cuál es el verdadero mal? El verdadero mal es el que se refleja en cada momento con los actos que realizamos fuera de la ética, en la falta de autocrítica, más que como servidor público o empleado en la iniciativa privada, como seres humanos.
Es claro que la política nacional, independientemente del color, se encuentra en decadencia y debe cambiar, deben formarse nuevos valores que crean y representen verdadera y dignamente las corrientes ideológicas que representan, pero en realidad lo que debe renacer es el mexicano en general, retomar los valores y ejercerlos, limpiarnos de las impurezas del pasado y empezar a crear, no destruir.
Los gobiernos, los estados, los municipios, los sindicatos, las empresas o cualquier otro organismo público o privado, son entes ficticios, el creer que alguno de ellos es bueno o malo es caer en un error, el que es bueno o malo es la persona, es el individuo, que cuenta con capacidad de decidir el camino que toma con sus actos, dirigirse hacia lo correcto o incorrecto, hacia lo legal o lo ilegal.
Cada acto individual que realizamos afecta la colectividad, seamos mejores humanos, mejores personas, mejores servidores públicos, mejores ciudadanos; lo requiere tu país, tu familia, pero sobre todo, tu futuro.
RECOMENDACIÓN SEMANAL: Película “Birdman” del director mexicano Alejandro González Iñarritu, con actuaciones de primer nivel de Michael Keaton y Edward Norton.