Subir la presión en Venezuela
Opinión del Experto Nacional por Ricardo Alexander M.
Esta semana, sin que sea totalmente claro lo que ocurre, los ojos de México y el mundo se enfocaron en la crisis política que vive Venezuela, sobre la cual —como ha ocurrido en otros países en conflicto, por ejemplo, Siria— una parte de la comunidad internacional se aglutinó en torno a una facción y la otra, al grupo opositor, haciéndose, a su vez, recíprocas amenazas.
Es un hecho objetivo —no obstante existan algunos incautos que lo nieguen, como Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena— que Venezuela es una democracia fallida que está en pedazos. Su sistema político no es creíble, su economía está paralizada —con una inflación arriba de 1,000,000% anual— y sus índices de inseguridad y homicidios son de los peores del continente; eso, sin mencionar las grandes carencias de comida, agua y servicios básicos.
Sin embargo, su futuro cercano continúa incierto y todavía pueden tocar un fondo bastante más profundo. Los movimientos sociales de oposición no han tenido los resultados esperados y su población, según parece, se encuentra amenazada por una guerra civil, pues existe una parte de ella —no es muy clara su dimensión— que sigue apoyando al régimen de Nicolás Maduro, aunque los mantenga en la miseria.
El profesor de Harvard Ronald Heifetz, quien ha desarrollado una teoría sobre el tema de liderazgo y capacidad adaptativa, sostiene que la única manera en que se pueda generar movimiento, es decir, cambio entre grupos de personas, es elevando la presión o tensión de una situación hasta niveles en donde las personas estén dispuestas a movilizarse, en el entendido de que la calma juega en contra de la transformación.
La oposición en Venezuela, en este momento encabezada por Juan Guaidó y Leopoldo López, ha sido incapaz de orientar su movimiento hacia un punto de no retorno, y cada oportunidad fallida genera mayor incertidumbre en el país, pues, después de meses, incluso años, no ha logrado subir la presión lo suficiente para generar un cambio. Hasta hoy, sus intentos de movilización han terminado por desinflarse.
Por otro lado, y contrario a lo que se podría esperar, el gobierno encabezado por Nicolás Maduro, cuya mejor estrategia es llamar a un largo diálogo para el mantenimiento de su “gobierno bolivariano”, ha sido capaz de ir liberando la presión cuando se empieza a acumular, como sucedió el martes pasado, lo que le ha permitido permanecer en el poder sin tantas dificultades, y ha canalizado los errores de sus adversarios a su favor, lo que resulta sorprendente dada la situación decadente de Venezuela.
Y mientras todo esto sucede, en un país alguna vez con un futuro prometedor, pero que está dirigido por un gobierno dinástico, claramente incapaz, y cuya oposición no ha podido dirigir y focalizar sus esfuerzos para un cambio de régimen, el pueblo venezolano continúa en una creciente miseria, sin que se pueda vislumbrar la luz al final del túnel.
Como lo escribió Pascal Beltrán del Río el pasado miércoles en su Bitácora del director, el régimen de Maduro indiscutiblemente caerá, pues sólo se sostiene por las armas, sin embargo, resulta incierto el cuándo y después de cuántos sacrificios más, y mientras la oposición no consiga subir y mantener la presión, no se logrará el tan necesario cambio en el país sudamericano.