Virus en Ascenso
Por Lic. Morelos Jaime Canseco Gómez
Estamos próximos a cumplir el nonagésimo día de las medidas adoptadas a raíz de la emergencia sanitaria, con dos etapas muy marcadas: el distanciamiento físico entre las personas, y el retorno paulatino a las actividades económicas.
Ya antes del 23 de marzo, en que se inició la primera etapa, en diversos ámbitos se planteaba la necesidad de tomar acciones para prevenir los contagios. Ahí la crítica inicial fue sobre el retraso para actuar; simplemente se recordará que la administración federal basaba sus decisiones en la consideración de la transmisión del virus por contagios importados del exterior, frente a la ausencia de los llamados contagios comunitarios.
Entre las prevenciones que se adoptaron entonces no se contempló la restricción de los internamientos al país por la vía aérea, terrestre o marítima. A su vez, iniciaba la manipulación informativa en torno a la naturaleza del contagio.
Cuando se implementaron las medidas gubernamentales de mitigación y contención a la propagación del SARS-CoV-2, ya algunas entidades federativas habían optado por impulsar la permanencia de las personas en sus hogares y la reducción al mínimo de actividades en las cuales pudieran contraer el virus, y múltiples instituciones de educación superior optaron por suspender las clases presenciales, anticipándose a las determinaciones de la Secretaría de Educación Pública..
Ante la pandemia y la necesidad de establecer acciones coordinadas entre los órdenes de gobierno y entre los sectores público, social y privado, se evidenció la ausencia del liderazgo necesario en la presidencia de la República. La exclusión y el enfrentamiento con distintos sectores y actores, aunada a la centralización de la acción pública en la figura del Ejecutivo Federal, vinieron acompañadas de la captura de la información sobre la pandemia con un propósito político: las medidas puestas en marcha evitarán la expansión de los contagios, la saturación de los hospitales y las clínicas y la elevación de los decesos. Narrativa que los hechos no han sustentado.
La decisión presidencial más observada y recriminada, por ser contraria a la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a las estrategias que aplicaron diversos países que lograron contener y limitar la propagación del virus, es la negativa a realizar pruebas masivas para detectar a la población infectada, atenderla, diagnosticar la propagación de la enfermedad y contener nuevos contagios.
Retraso en la actuación, uso político de la información sobre el virus y sus consecuencias y ausencia de pruebas, marcaron la primera etapa de la actuación de la administración en curso. El 23 de marzo se habían registrado 367 casos y 4 defunciones. Al final de la etapa del distanciamiento físico —el 31 de mayo— se habían presentado 90,664 casos y 9,930 defunciones.
Cabe destacar que el discurso sobre “aplanar la curva” de los contagios o, peor aún, la bravuconada de “domar a la pandemia” fueron sólo palabras sin sustento. No hay curva, sino una pendiente en ascenso en esos 70 días. Y lo grotesco es que el vocero de la pandemia, Dr. Hugo López-Gatell, hacía pronósticos —reiteradamente— sobre el número de personas que podrían contagiarse e incluso perecer. Ha tropezado varias veces con esa piedra.
Sin embargo, la ineficiencia de la gestión del gobierno federal se hizo más evidente en el período de regreso a las actividades de producción y distribución de bienes y servicios. Sin discrepar del indispensable retorno a la realización de esas tareas para el funcionamiento de nuestra sociedad, en los primeros 17 días de este mes el registro de personas contagiadas pasó de 93,435 a 159,793 y el de personas fallecidas se incrementó de 10,167 a 19,080, desde luego sin considerar los registros de las causas que —a falta de la evidencia— se sospecha que pudieran obedecer a la Covid- 19.
Los contagios al alza y, muy lamentablemente, los desenlaces fatales también en ascenso. No hay curva y el pico de la pandemia no está a la vista, pues si bien hay días en los cuales la nueva cifra del día no supera a la del anterior, en la mayoría de la cifra de la jornada es mayor que el referente del día anterior.
Sin vacuna ni medicamento adecuado, el regreso a las actividades económicas de todo tipo debe realizarse con cuidados rigurosos. Los criterios sobre la sana distancia, la celebración de reuniones con determinado número de personas y las previsiones de protección propia y para los demás (evitar el contacto, usar cubre-boca, guantes y careta así como el lavado de manos constante y la limpieza de las superficies en las cuales pudiera estar presente virus) continúan presentes como una necesidad. Y, dependiendo de cada actividad, deben establecerse con claridad las medidas de protección ante la transmisión de la enfermedad.
No parece insensato ni difícil. El problema es que la falta de diálogo, de conciliación de puntos de vista y de construcción de acuerdos que fomenta el Ejecutivo Federal implica riesgos para la salud de las personas. En vez de una actuación coordinada entre los ámbitos de autoridad, la Federación presentó criterios con el uso de colores (un semáforo de cuatro señales) y responsabilizó a los gobiernos locales de establecer si la movilidad está en rojo, naranja, amarillo o verde.
En el fondo, como hace poco más de tres meses adoptar las medidas necesarias para evitar el contagio fue una determinación personal, hoy las previsiones para retornar a las actividades económicas implican una gran carga personal ante la discrepancia del gobierno local con la calificación de la administración Federal sobre la situación imperante conforme al semáforo de la movilidad.
Se invita a la población a retornar sus patrones de conducta cuando la pandemia no sólo está presente sino en ascenso. Se habla de reanudar las actividades en un falso escenario de control de la enfermedad, pues los contagios y los desenlaces fatales van en ascenso. Se advierte de un rebrote cuando el brote no ha cesado. Se incumplen los criterios sobre días transcurridos con una tendencia a la baja para pasar a otro estadio de actividades. Se vuelve a eludir responsabilidades gubernamentales para asignárselas a las personas.