Reformas que marcan época: del legado de Reyes Heroles al desafío de Sheinbaum
Por Enrique Diez Piñeyro Vargas
En los próximos meses, México será testigo de una de las discusiones más relevantes de la vida institucional: una nueva reforma electoral que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, en su calidad de titular del Poder Ejecutivo Federal, enviará al Congreso de la Unión.
Dentro de todas las propuestas que se mencionan, hoy abordaremos lo que compete en torno a la conformación del poder legislativo, dejando para próximas colaboraciones lo relacionado con el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
El debate no será menor. La estructura del sistema electoral define el modo en que se ejerce el poder legislativo, la pluralidad política y la representatividad ciudadana. No se trata únicamente de cifras y fórmulas, sino de la esencia de nuestra democracia: quiénes toman decisiones en nombre de la Nación y con qué legitimidad.
En este contexto, es fundamental aportar ideas y reflexiones desde el conocimiento histórico, jurídico y legislativo, con la intención de enriquecer un debate que no debe quedar reducido a cálculos de coyuntura, sino orientado a fortalecer el Estado democrático de derecho.
En la historia política de México, hay reformas que marcaron un antes y un después. Entre ellas, la reforma política-electoral de 1977, impulsada por Don Jesús Reyes Heroles desde la Secretaría de Gobernación. Si recordamos el acontecer político de esos años, que el escenario apuntaba al endurecimiento del régimen, Reyes Heroles optó por la apertura democrática: legalización de partidos proscritos, la representación proporcional para incorporar a las minorías y el reconocimiento institucional del pluralismo.
Sabemos que su visión fue clara: no era una concesión de generosidad, sino una decisión estratégica para evitar que el sistema colapsara por su propia rigidez. De esa reforma derivan conceptos que hoy consideramos inherentes a la democracia mexicana: alternancia, representación proporcional, derechos de minorías y pluralismo institucional. Fue un acto de previsión política, no de improvisación. Recordar ese precedente no es nostalgia: es una lección. Las reformas electorales profundas deben mirar más allá del momento político y prever sus efectos a largo plazo.
Con el paso del tiempo, el sistema de representación proporcional ha acumulado vicios que lo alejan de su espíritu original. La selección de candidatos por listas plurinominales ha derivado, en muchos casos, en un mecanismo de control interno de los partidos, en el que las dirigencias colocan a incondicionales, compromisos políticos o figuras de interés estratégico para el grupo dominante, dejando fuera perfiles con verdadera experiencia legislativa, capacidad de debate y representatividad nacional.
Ningún partido político ha estado exento de esta práctica. El resultado ha sido que, en no pocos casos, la representación proporcional se perciba más como un privilegio de cúpulas que como un mecanismo de inclusión democrática.
De acuerdo con la información difundida en medios, la propuesta de la presidenta Sheinbaum contemplaría: desaparecer la lista nacional para el Senado, eliminar los listados por circunscripción para la Cámara de Diputados, el reducir de 200 a 100 los diputados de representación proporcional; y que estos 100 provengan de candidatos que, habiendo competido por el principio de mayoría relativa, no ganen en su distrito pero obtengan un alto porcentaje de votación.
El modelo guarda similitud con el método de primera minoría en el Senado, vigente desde el año 2000, donde quien encabeza la fórmula que queda en segundo lugar en cada entidad obtiene representación. La diferencia sería que, en la Cámara de Diputados, este criterio se debería de aplicar a nivel de circunscripciones.
Por tal motivo, con el objetivo de preservar la pluralidad y evitar distorsiones, mi propuesta sería bajo el siguiente esquema:
1. A favor de disminuir el número de diputados por el principio de representación proporcional de 200 a 100.
2. Mantener las cinco circunscripciones federales vigentes para la elección de diputados.
3. Asignar estas 100 curules de representación proporcional con base en el método de primera minoría, distribuidas en un estimado de 20 por circunscripción, considerando que la lista nominal en cada una de estas cinco circunscripciones oscila entre los 18 a 20 millones de electores, según los datos más actualizados por el INE (Julio de 2025).
4. Los beneficiados serían los candidatos que, compitiendo por el principio de mayoría relativa, obtengan los mejores segundos lugares dentro de su circunscripción, sin importar su estado de origen, hasta completar el número asignado.
* Como dato estadístico: el país está conformado por 300 distritos electorales federales y la lista nominal en cada uno oscila entre los 285 mil a 340 mil electores, aproximadamente.
Lo anterior, fomenta que todo legislador electo haya participado en campaña, recorrido su distrito, expuesto propuestas, ejercido y comprobado recursos, y enfrentado la competencia real en las urnas.
Para el Senado de la República, la propuesta sería más simple:
1. Mantener los 64 senadores por el principio de mayoría relativa (2 por estado).
2. Mantener los 32 senadores de primera minoría (2º lugar por estado).
3. A favor de eliminar la lista nacional que designa a 32 senadores adicionales.
De esta forma, la cámara alta quedaría conformada por 96 integrantes, todos electos en contienda directa.
Este modelo obligaría a replantear las estrategias partidistas, pues ya no habría espacio para designaciones directas sin campaña. Los partidos minoritarios tendrían que evaluar si el nuevo esquema les permite mantener presencia legislativa o si compromete su viabilidad. De tal forma, veremos si los partidos aliados a Morena estarán dispuestos a apoyar una reforma con estas características.
En este sentido, la pluralidad política se vería preservada, pero su composición dependería en mayor medida del desempeño electoral real, no de negociaciones internas. Ello podría fortalecer la legitimidad del Congreso, reiterando el riesgo latente de que las minorías pierdan representación si no alcanzan votaciones competitivas.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y quienes conforman la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral deben de tener muy presente que las reformas electorales deben nacer de la visión de Estado y no del cálculo de coyuntura. El antecedente de 1977 nos recuerda que abrir el sistema, incluso en tiempos de hegemonía, es una muestra de inteligencia política y previsión institucional.
La propuesta aquí expuesta busca que la representación proporcional recupere su legitimidad y que la ciudadanía sienta que cada legislador ha competido y trabajado para obtener su lugar. Sin duda, México necesita un Congreso plural, pero también competitivo, cercano a la gente y con perfiles aptos que representen, debatan y legislen con altura de miras.
«Las democracias más fuertes prosperan con debates frecuentes y vivos, pero perduran cuando personas de todos los orígenes y creencias encuentran la manera de unirse.»
– Barack Obama –