“Antítesis”
Guerra comercial
Por Mario Flores Pedraza
La posibilidad de una guerra comercial a gran escala entre China y Estados Unidos no es un simple juego de tarifas y represalias económicas. Representaría una fractura profunda en el sistema económico global, afectando a todos los países interconectados en las cadenas de suministro. Pero, ¿qué significa esto en la práctica para el mundo y, en particular, para México?
Estados Unidos y China son las dos economías más grandes del mundo, y cualquier choque entre ellas desencadenaría una crisis global. Un conflicto comercial podría traducirse en aranceles más altos, restricciones a la exportación de tecnología clave, reducción de inversiones y una disrupción en las cadenas de suministro. Empresas multinacionales, acostumbradas a fabricar en China y vender en todo el mundo, enfrentarían costos más altos y menor competitividad.
Los sectores más afectados serían la manufactura avanzada, la tecnología (particularmente los semiconductores), la industria automotriz y la energía. Además, el comercio internacional se fragmentaría, con algunos países alineándose con USA y otros con China, acelerando la formación de bloques económicos rivales.
Para México, una guerra comercial entre estos gigantes representaría un escenario dual: una oportunidad y un riesgo.Por un lado, la relocalización de empresas (nearshoring) que buscan evitar los altos aranceles entre China Y USA ya ha beneficiado a México, que se ha convertido en un destino atractivo para la manufactura, especialmente en el sector automotriz, electrónico y de semiconductores. Gracias al T-MEC, las empresas que producen en México pueden acceder al mercado estadounidense sin pagar aranceles, lo que posiciona al país como un socio estratégico.
Sin embargo, la dependencia de México de ambas economías también lo pone en una posición vulnerable. China es un proveedor clave de insumos industriales, y un bloqueo comercial podría encarecer la producción en México. Además, una recesión en EE.UU. provocada por la guerra comercial afectaría gravemente a México, cuya economía está estrechamente ligada a la estadounidense a través de las exportaciones y las remesas.
Más allá de lo económico, México se enfrentaría a un dilema geopolítico. Mantener una relación equilibrada con ambas potencias sería cada vez más difícil. EE.UU. presionaría para que México se distancie de China, pero China, a su vez, intentaría fortalecer su influencia en América Latina. México tendría que definir una estrategia que le permita aprovechar las oportunidades del nearshoring sin provocar represalias comerciales o diplomáticas de Beijing.
Una guerra comercial entre USA y China redefiniría el comercio global y pondría a prueba la capacidad de México para adaptarse. La clave estará en diversificar sus exportaciones, fortalecer su industria local y negociar acuerdos estratégicos que reduzcan su dependencia de cualquier bloque. México tiene una oportunidad histórica de convertirse en un actor clave en la nueva economía global, pero solo si juega bien sus cartas.