¿Quién controla la narrativa?
Por Ricardo Alexander M.
La respuesta de por qué fue muy popular el presidente López Obrador durante su sexenio es difícil de contestar pues claramente no es por sus buenos resultados. Algunos dicen que fue por los programas sociales. Otros, que porque la gente se identifica con él. Lo cierto es que lo único que ha logrado de forma clara, incluso desde antes de ser presidente, es controlar la narrativa y quien se adueña de ella, controla la historia.
Ejemplos hay muchos y se puede ver el patrón que usa el mandatario para que se impregne en la conciencia colectiva su punto de vista, aunque sea completamente falso.
De forma muy hábil pudo hacerse de la bandera de la tragedia de los 43 normalistas y logró que se enterrara de la historia que el estado de Guerrero y el municipio de Iguala eran gobernados por miembros de su partido en el momento de los hechos y se ha documentado la participación de las autoridades locales. Además, después de seis años y de destruir cualquier avance en la investigación, obtuvo cero resultados, creando más impunidad y más injusticias.
El Presidente también logró que permeara el mito de su incorruptibilidad, no obstante existen cientos de evidencias de su círculo cercano, incluyendo amigos y familiares, involucrados en negocios millonarios con el gobierno. Incluso hay videos y grabaciones donde se documenta cómo trafican influencias y reciben dinero.
Nos engañó que ya no había huachicol cuando basta viajar por las carreteras de nuestro país para darnos cuenta que se vende combustible robado a la vista de nuestras autoridades en miles de lugares y hay pueblos completos cuya economía está basada en ese delito.
El Presidente ha podido inculcar la idea de que tuvo buenos resultados para los pobres, mientras fueron ellos los más afectados en materia de seguridad y salud. Y aunque los números dicen que bajó la pobreza, México ahora es un país con una economía más debilitada y peor situada que en 2018. Pero eso sí, López Obrador se atreve a decir —cínicamente— que es de las más fuertes del mundo, y que nuestro sistema de salud, que ha empeorado en los últimos seis años, es mejor que el de Dinamarca.
Dijo que era ecologista mientras cometió en la selva maya uno de los más grandes ecocidios del último siglo.
Tampoco hay que olvidar que, pese a las enormes inversiones en Pemex y que se construyó una refinería innecesaria y que no refina, su producción muestra una disminución anual de 6.1 por ciento, su mayor desplome en los últimos dos años, según datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos.
Y pese a todas esas mentiras, sigue controlando la narrativa y ganando la partida.
Parece que el problema es que la clase política, las instituciones —diría Douglas North—, los empresarios, los líderes de opinión y los medios de comunicación no han logrado hacer una narrativa efectiva para transmitir la realidad del país, los esfuerzos y los avances que se logran con un verdadero proyecto de nación basado en un entendimiento claro del concepto de democracia.
Si queremos evitar la dictadura que se gesta es necesario que empecemos a hablar del México que de verdad tenemos y del que queremos tener.
Y mientras no logremos cambiar la narrativa, seguiremos a merced de los populistas con aspiraciones totalitarias.