El sexenio que no fue
Por Ricardo Alexander M.
Era el domingo 1° de julio de 2018 en la noche. El eterno candidato había logrado su victoria después de perder dos veces las elecciones. Por fin se sentaría en la silla presidencial. En un discurso emitido desde el Zócalo capitalino dio un mensaje de esperanza. No gobernaría con odio y lo haría para todos. Respetaría a los empresarios y trabajaría para los más desfavorecidos. Su único propósito era terminar el sexenio como “un buen presidente”.
Ése era el minuto cero de lo que pudo ser un gran sexenio. Las bases estaban puestas. López Obrador tenía la legitimidad suficiente y —presunta— autoridad moral para dejar una marca con su administración. El pueblo se había creído el cuento de que estaba rodeado de un aura de incorruptibilidad que permearía en su equipo de trabajo. “Las escaleras se barren de arriba para abajo”, decía. La economía estaba en un buen momento y en materia de seguridad pensábamos que no podíamos estar peor, así que todo se veía como un buen comienzo.
Lo que no sabíamos era que el odio de haber llegado 12 años tarde había vencido sobre la razón del Presidente. Ese gran opositor, había sido cegado por el poder. La cruz que iba a cargar sería no poder cumplir con su único propósito de “pasar a la historia como un buen presidente” y desperdiciaría seis años en el gobierno.
En el sexenio que no fue, el presidente López Obrador hubiera dejado que se terminara un aeropuerto que nos hubiera puesto en el foco mundial y convertido a México en punto de conexión del continente. Con menos recursos de lo que se gastó en el Aeropuerto Felipe Ángeles, tendríamos uno de los más modernos del mundo. Lo mismo pasó en salud. En lugar de tratar de entender todo lo bueno que se estaba haciendo, incluyendo las compras consolidadas que lideraba el IMSS, en el mejor de los casos se dejó influenciar por voces poco informadas como Raquel Buenrostro. En el peor, lo hizo para que sus allegados se hicieran del negocio de las medicinas a costa de los mexicanos.
Realmente son sorprendentes los malos resultados de esta administración. El mandatario logró que nadie le pudiera decir la verdad de lo que sucede en el país, despreció cualquier signo de autonomía y en vez de lograr lugares comunes de negociación y casi siempre se salió con la suya, a costa del proyecto de país que debía construir. Dejó que su familia robara y protegió de todo tipo de delitos a cualquiera que le jurara lealtad.
Tal vez el tema más doloroso para México, en el sexenio que no fue, es la seguridad. Pensábamos que sería difícil estar peor, pero lo logró. Destruyó a la Policía Federal de un plumazo y empoderó a las organizaciones criminales que hoy controlan, por lo menos, 35% del territorio nacional. En el ocaso del sexenio lopezobradorista todo es claro. No le dejó nada mejor a México, sino que su gobierno fue una amalgama de las peores prácticas de los últimos 50 años.
No estamos en un país más justo ni menos violento. La corrupción se volvió grotesca. No tenemos un sistema de salud más digno. Se hizo amigo de los dictadores del continente y terminó de destruir el Estado de derecho.
Irónicamente, el país se sostuvo y sobrevivió por las instituciones creadas en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari —INE y Banco de México— y la firma del TLC.
Al final, lo único que tiene el lopezobradorismo es popularidad basada en mitos, mentiras y miedos creados.
Por eso, éste fue el sexenio que no fue.
Muchas gracias. ?Como puedo iniciar sesion?